viernes, 15 de abril de 2011

Tormento



Cuantas veces has hablado de pasión,
Cuantas he leído tus labios jurándome amor
Demasiadas palabras que se dicen con la boca
Y no con el corazón.

¿Como me puedes perjurar un amor de por vida
Cuando ahora te vas?
Resumes una vida en pocos años
El defecto de todo ser humano
El mío el de no creer en tus sentimientos gritados
Que al final a mi pesar se ha confirmado
Y ahora nada queda para mi
Salvo volver a sufrir

La tristeza ya me llama otra vez
Es amarga pero de tanto saborearla
A veces hasta algo dulce resalta
Espinas siento a mi alrededor
Hieren y me hacen sangrar
Hasta dejar sobre mi cara el lívido mortal

Buscabas verme destrozado, sangrando por el pecho
Y las manos
Con la armadura echa pedazos
Apoyado sobre la empuñadura de mi hoja rota
Arrodillado

Cicatrices a bases de remiendos
Que no muy bien se cerraron
Ojos vidriosos de un muerto caminado
Perdí la cabeza y la razón del ser humano
Y un monstruo de tormento se ha creado
Que desde hace mucho navega con rumbo ermitaño
Tratando de olvidar tus ojos en mis aledaños
Tus manos mi cuello rodeando
Tus dulces labios mi boca besando
Tu calor cada vez que me estas abrazando
Tratando de olvidar lo que ahora otro
Me esta robando.

El caso es que olvidar parece que no puedo
Y algún día todo esto me terminara matando
Rebuscaran quizás entre mis restos
Solo para encontrar
Un “te quiero” enquistado entre la piel y el hueso

jueves, 14 de abril de 2011

En nuestra basura

Soy una persona que no suele escribir de esto
Pero es que ya me duele hasta el corazón de acero

Veo que cada día se invierten miles de euros
Se inverten en ridiculeces sin sieso
Que dinero le hace falta a nuestro rey
A nuestra iglesia
O a políticos para viajar en primera

Todos los días veo una cara nueva,
Una cara ajena
Con una historia que ahora parece una tragicomedia
su dignidad pisada y maltratada
o simplemente de eso ya no le queda nada

Rebuscan en nuestra basura
En nuestra mierda
Tratando de sacar alguna migaja buena
Sus ojos siempre te evitan
Parece que así su figura queda confundida
Pero tú si que los ves y los miras,
intentas descifrar lo que pasa en su vida
y solo ves tristeza e ira reprimida

Un día un amigo versado me dijo,
“Pero paro siempre a habido
No es ese el problema”
Yo no se donde está el problema
Solo se que antes las familias comían
Y ahora no
Solo se que un hombre no busca en tu basura por amor
Solo se que si le ofreces un trabajo dignamente remunerado
Podrá comer y bajo su propio techo guarecer
Yo lo único que veo de verdad es dinero malgastado
Enormes cifras y coches para los señores trajeados
Pero todos nos hacemos los ciegos
Pensamos
Que mientras tengamos para lo nuestro
Que mas da el resto
Y es que es más fácil evitar el problema que atajarlo
Suerte tendremos de no ser el día de mañana alguno de ellos.

jueves, 17 de marzo de 2011

Capitulo1 : El parque

Han pasado cuatro años y cada vez es más fuerte la sensación que tengo de sentirme como un asesino a sueldo, como un mercenario y quizás lo peor de todo es que cada vez me importa menos.

Aceptar aquel pacto... aún no se si hice lo correcto, aún no se si debería haber malvivido alcohólico hasta que algún día alguien irrumpiera en mi ratonera para encontrarse un cadáver frío y maloliente, a pesar de todo soy consciente de que muchos darían su alma por estar en mi lugar, por saber lo que yo sé, por sentir lo que siento e incluso por hacer lo que hago. Desde luego, no todo el mundo tiene la certeza de que hay un ser superior, un ser que desde las sombras mueve nuestros hilos, es extraño... porque yo nunca creí en religión alguna y aunque equivocadas no dejan de tener algo de razón.

Un objetivo, construir un futuro mejor para todos, a costa, claro está, de podar, de amputar lo podrido, de enderezar la ya torcida humanidad, idílico a la par que cruel sin duda y se supone que soy el que hace de todo esto una realidad. Lo peor es que deja a mi libre albedrío las decisiones, a veces lo noto entrar entre mis pensamientos como una larva escarbando las profundidades e imprimiendo en ellos ideas, lugares, personas, pero yo decido lo que merecen, a pocos perdono la vida y a los que dejo por el camino terminan poco menos que en una celda de paredes acolchadas, quizás por eso fui yo y no otro, quizás por eso me dejó que me hundiera en el lodo para luego rescatarme, a su manera por supuesto. Demasiados pensamientos y dudas para alguien que ya no es humano, que no debería sentir como tal, ni siquiera pensar como uno de ellos.


El sol lucía pleno en el parque, los niños jugaban dando rienda suelta a su inocencia, entre columpios y resbaladeras bajo el despejado cielo primaveral. Mientras en un apartado banco de madera, un hombre trajeado con los brazos entrelazados los observaba con una ligera sonrisa a través de sus gafas ray-ban aviator, tranquilo, disfrutando del bullicio, de las carcajadas y juegos que impregnaban el ambiente como un dulce perfume, por su mente pasaron fugaces recuerdos que en otro tiempo lo habían martirizado, hasta casi la misma muerte en vida, ahora vivía en un duerme vela y los recuerdos no podían herir a un corazón que ya no palpitaba.

-¿Perdone, está ocupado?- dijo una mujer anciana señalando a un lado del banco.
-En absoluto siéntese – le tendió el hombre la mano con amabilidad y una sonrisa resplandeciente en el rostro.
-Hacía diez años que no la veía, era muy probable que no lo reconociera, él había cambiado demasiado desde la última vez.
-Es usted muy amable- su voz dejaba entrever el cansancio de una vida demasiado pesada y dura.
-La mujer tomó asiento con absoluta paciencia, respirando con cierta dificultad.
-¿Se encuentra bien? –preguntó a la señora a través de sus cristales de espejo, como si no supiera nada, como si pudiera cambiar algo.
-No, no se preocupe, solo me encuentro un poco fatigada- le dedico una hermosa sonrisa- ya sabe usted lo que pasa a ciertas edades.
-Hoy hace un día espléndido, verá como se recupera en un santiamén- dijo el hombre observando casi directamente hacia el sol.
-Por supuesto- le respondió tras los cabellos plateados.
Callaron durante unos minutos observando juntos a unos pequeños que correteaban gritando escandalizados, todos huían de uno como si este tuviera la lepra. La anciana entonces tomo el brazo del hombre y recostó la cabeza sobre su hombro, después de todo quizás si lo había reconocido.
-Jorel, creí que habías muerto, estoy tan feliz de verte, de ver que estás bien.- dijo ella con voz queda.

Un balón de fútbol quebró por un momento las palabras de la anciana, el hombre la detuvo con la mano libre en el aire, cuidando que no le diera a ninguno de los dos, lo hizo de forma que casi su cuerpo no se inmuto, no quería que la mujer se asustara ni sofocara y desde luego parecía haberlo conseguido, seguía abrazada, con la cabeza echada en su hombro.
-Perdone, perdone, lo siento mucho- un renacuajo entro en escena, los mocos le colgaban secos de la nariz.- se le ha escapado el balón a aquel tonto de allí - dijo acusando con el dedo a otro chico rojo de la vergüenza.
-No te preocupes – esbozo su última sonrisa del día, mientras le arrimaba la pelota al chico.
-Es increíble como la ha atrapado ¿sabe?- dijo el chiquillo mientras se acercaba- -¡Ops¡ La señora, está dormida, menos mal que no la hemos despertado.
Jorel observó el rostro surcado por las arrugas.

-Si, está muy cansada y tiene que descansar un poco, así que id más lejos a jugar ¿de acuerdo?
-¡Entendido, no molestaremos! – el pequeño agarro el balón entre las manos y desapareció como alma que lleva el diablo.

Jorel le tomó una mano inerte a la anciana enredando sus dedos entre los de ella buscándole las últimas briznas de calor, luego la besó en la frente con dulzura.
-Me gustaría poder decirte que nos volveremos a ver, allí en el otro lado, pero ese lugar ya no es para mí, ojalá todo hubiera sido diferente, ojalá yo hubiera sido diferente... siempre te querré madre – casi incrédulo sintió como se le deslizaba una lagrima por debajo de los cristales de las gafas. Siempre creyó que los monstruos no podían llorar.

martes, 1 de febrero de 2011

Bailando los sueños



Atraviesa el mar como tímida niebla de la mañana, formando remolinos de tiempo en las crestas espumosas de las olas, martillando incandescentes memorias, amortiguando la caída en el maduro parqué, antesala apartada de la inquisitiva vista del mundo, lasciva, revulsiva de la vida que se le antoja a este ser demasiado caótica, se muerde el labio inferior, sabe amargo, posa su mano sobre la visera de su colorida gorra y desata su cuerpo cuando la hace virar hacia atrás, ve sin ojos las costas del destierro, sus músculos se tensan como el acero tomando solo forma a golpes de ritmos de ochos, aparta el destino de un movimiento cortado hacia la nada, en su corazón se vierte el gozo hasta que se desborda y desparrama por su ánima, la música lo sigue modelando, mezclándose con el viento, que , a ratos de un movimiento destroza, a ratos mece lánguido, pausado, sus zapatillas chillan enloquecidas al rasgar el suelo y desarmar a la orgullosa gravedad, engranajes de dientes de marfil son sus huesos, que lo hacen navegar seguro por los contornos de las notas, una tras de otra, hasta que todas se agotan.
Asoma el sol bostezando con ojos de recién levantado, la música muere, y el ente sonríe y llora, ha logrado dibujar la melodía. Amasijos de acero y fuego, gritos afuera, lejanos como ecos, los relucientes faros de frente, su cuerpo insensible y acartonado, ha de despertar, la realidad lo azota con un crudo cuero erizado y oye las ruedas de su silla girar, pero aún no se quiere despertar

jueves, 2 de diciembre de 2010

Alma Oscura: la purga

La autopista estaba desierta, solamente resonaban mis pasos contra el asfalto y el viento que soplaba con fuerza contra mí, como queriendo echarme, como queriéndome decir “da media vuelta sobre tus talones y nunca más te acerques aquí”, pero me dijera lo que me dijera, no me intimidaba él, lo hacia mi conciencia.

El sol se comenzaba a ocultar en el horizonte, la noche llegó de puntillas, casi me sorprendió. Eché la espalda contra uno de los quitamiedos que flanqueaban la carretera.

Les daré unas horas más, sólo unas pocas, hasta que el sol vuelva a salir,” a lo lejos ya podía distinguir la ciudad. Volví a mirarme las manos, cada vez las veía más cargadas de vida, pero no la mía claro, sino la de los demás “ninguna de esas almas irá a ningún lado, ¿verdad?” dirigí mi pregunta a la katana que sostenía sobre una de mis manos, no me contestó como de costumbre, pero era cierto, los que ella tocaba quedaban marcados, condenados a marchitarse por completo.

Las estrellas brillan como salpicaduras de plata esta noche, Anabel...
Como echo de menos tu música en estos momentos."

Los tanques guardaban la entrada principal, se sabía que vendría por allí, siempre lo hacía. Toda ella era un parapeto para los militares, tenían intención de darle con todo a la vez, en otras ocasiones se habían intentado tácticas diferentes, trampas dentro de la ciudad, pequeños grupos divididos para atacar por sorpresa desde diversos puntos, hasta se bombardeó una de ellas, y lo único que consiguieron fue pérdidas materiales multimillonarias y muchas vidas humanas malgastadas, aquel “hombre” era imparable. Con aquella, se habían desalojado ya cinco ciudades, todos los que estaban allí sabían que se tenía que intentar o en algún momento llegaría hasta la población civil, y aquello sería un desastre, como sucedió al principio cuando no se le tenía en cuenta.

Abría alrededor de unos mil hombres armados y los generales daban instrucciones a sus respectivos pelotones. Muchos no sabían bien que decir, que instrucciones dar, eran un millar de hombres contra uno solo y sin embrago, era como pelear contra un dios, cuando un grito metálico altero la poca calma que quedaba.

-¡¡¡ Kurai tamashī!!!- gritaba un soldado de avanzadilla desde los Walkies- se acerca viene caminando, estará a tiro en una hora. ¡Corto!


Así lo llamaban todos, el mismo se puso el sobrenombre de Alma Oscura, pero como su único arma visible era una espada oriental (pese a que sus rasgos fueran occidentales) se le llamaba Alma Oscura en Japonés: Kurai tamashī.

Todos sin excepción tomaron un puesto. Un nido de ametralladoras en la azotea de algún edificio, algún parapeto. Absolutamente todos se posicionaron, cuando alrededor de una hora se distinguió por el horizonte una silueta envuelta en lo que parecía un abrigo negro.

-¡Fuego!


Los tanques corrigieron la posición de los cañones para disparar al blanco, seguidamente descargaron una andanada de obuses, luego otra y otra más. Todas ellas parecían impactar en el objetivo hasta que uno de los tanques voló por los aires dividido en dos trozos. Ya estaba allí. Entre la humareda y el fuego se podían vislumbrar sus ojos ardiendo con llamas azules y el brillo de una hoja curva llena de pálida rabia. Unos tras otros, los tanques fueron cortados como la mantequilla, los pilotos y artilleros escapaban a toda prisa a guarecerse tras las filas de infantería, que nada podían hacer ya que entre las llamaradas y el humo, solo se veían ráfagas de una sombra que se desplazaba a una velocidad endiablada entre explosión y explosión. Muchos hombres, invadidos por el pánico, escaparon ciudad adentro confiando en encontrar un refugio donde jamás le encontrase aquel monstruo, aquella criatura salida de las más profundas pesadillas, que en ese instante arrastraba la espada tras de sí dejando un surco en el suelo hasta dejarse ver de nuevo por los soldados.

-Luchad por vuestras vidas – dijo con voz ronca.

Las ametralladoras silbaron, los fusiles parecían entonar cánticos y Tamashï recibía todos y cada uno de los proyectiles sin inmutarse.

- Joder ese tío es inmortal – decía uno con voz temblorosa.

- ¡Por dios! ¿por qué no se muere? – gritaba otro.

- ¡Mierda, mierda, mierda!- farfullaba un tercero mientras cambiaba de cargador.

Apenas unos cuantos comentaban lo que le pasaban por la cabeza a todos, hasta que un soldado salió corriendo desde uno de los nidos de ametralladoras hacia Alma Oscura. Todos detuvieron la ráfaga de disparos, para no herir a su compañero que completamente enfurecido corría hacia el enemigo desenfundando un puñal.

-Muérete de una vez maldito hijo de … - gritaba el soldado mientras alzaba el arma, pero en una décima de segundo, antes siquiera que terminara la frase Tamashï lanzó un golpe con la izquierda que impactó con la fuerza de un martillo hidráulico sobre el hombro de su oponente haciendo que los músculos se rompieran, que los huesos crepitaran reventando tendones y arterias hasta amputar el brazo que cayó a unos metros de donde estaban ambos y allí se quedó, inerte, sujetando aún el cuchillo en su mano.

El joven cayó arrugándose y gritando de dolor, tratando torpemente de tapar la hemorragia, pero la sangre bullía a borbotones, nada se podía hacer ya por él. Los soldados volvieron a apuntar para descargar una nueva ráfaga, demasiado tarde, en una finta casi imperceptible para ojo humano aquella pesadilla se plantó en uno de los parapetos varios hombres se precipitaron sobre él para intentar reducirlo cuerpo a cuerpo, y la katana silbo una y otra vez, la descargaba con fuerza y rapidez desde los costados, aquel filo partía, cortaba y rebanaba a aquellos hombres sin esfuerzo, hasta que al final bajo sus pies solo quedaron un montón cuerpos mutilados, algunos todavía vivos que gemían lastimosamente poco antes de que se les apagara la vida, tan pronto acabó con ellos, saltó sobre el grueso de las tropas pillándolas totalmente desorientadas, alzó un puño y lo cerró con fuerza. Seguidamente, en un radio de varios metros alrededor de él las rodillas de los soldados comenzaron a crujir. No se podían tener en pie y caían sobre el suelo como si sus cuerpos pesaran una tonelada y sus piernas no los pudieran sostener, todos gritaban, trataban de levantarse, pero era imposible por más fuerza que hicieran. Pronto, el peso que parecía estar sobre ellos se hizo tan intenso, tan insoportable que dejaron de moverse, se les entrecortaba la respiración y sus oídos comenzaban a sangrar, en apenas unos instantes todos lo que habían caído quedaron inertes.

Era miedo, autentico miedo el que atenazaba los corazones de todos los hombres que allí estaban. Paralizados, sabiendo lo que les esperaba. Lo habían intentado y habían fracasado, ni un solo rasguño en su cuerpo, nada que denotase cansancio, fatiga o algún tipo de herida. Nadie podía dar crédito a lo que sus ojos veían pero sin embargo allí estaba, de pie con la cabeza gacha y el puño aun cerrado a la altura del hombro, lo bajaba despacio, sabía que ya había ganado, solo una pequeña exhibición y unos pocos muertos le habían bastado para rendir a mil soldados que parecían ya solo esperar que fuera lo más rápido e indoloro posible.

- Lo siento tanto – dijo kurai allí en medio de más de una treintena de muertos y sin embargo sus palabras parecían sinceras.

Al caer la noche, no quedaba ni un solo superviviente, había matado a todos y cada uno, hasta a aquellos que creían estar a salvo en el escondrijo más insospechado de la ciudad. Entonces comenzó a silbar una triste melodía y a caminar. A silbar porque le ayudaba a callar los lamentos de los que había asesinado, que se repetían una y otra vez en su cabeza, y a caminar porque sabía que si se detenía volvería a dudar. A fin de cuentas era un humano con la responsabilidad de un dios.