viernes, 26 de noviembre de 2010

No es la nohe

No es la noche, ni es el invierno, ni la nieve virgen que cae de este cielo, el frío que se siente viene de dentro, de las entrañas mismas de los sentimientos alimentadas por un corazón de hielo, cuyas fisuras ya no los tapa el tiempo. Como una figura imperturbable permanece en eterno pensamiento, rodeado de grises y atormentados recuerdos, sin más visión futura que un tupido bosque de frondosos fresnos que ocultan los caminos a cualquier ojo diestro, mas uno de tantos nublados días una silueta irrumpió en aquel desierto, de ojos dulces y traviesos, labios tiernos y de caramelo, tiñendo el gris de colores diversos, con cabellos de color negro que caían como una cascada sobre sus hombros tersos, pintaba y dibujaba transformando la apatía en diversión, corría y cantaba con una melodiosa voz y la noche amaneció, el invierno cesó y la nieve dio paso a cantos de un ruiseñor. Entonces fue cuando la ninfa observó la figura oscura sentada en un tocón, a la cual con paso saltarín se acercó, ahora todo era luz y color a su alrededor, pero el hombre seguía sombrío y sin pasión, la muchacha con una mano su mejilla acarició y con una lágrima esta se humedeció, una pausa se hizo entre los dos hasta que la ninfa sonrío y en el pecho del muchacho se acurrucó, los fríos sentimientos se volvieron cálidos de amor, y al final el corazón de hielo latió.

Lo que vale más

Tendida debajo de mi ambos yacíamos en la cama con las sábanas hasta la cintura , cuanto la habia esperado, cuanto deseaba lo que ella podía darme. Erá más bella que ninguna, más enigmática y seductora, fría de piel y de alma y un témpano cuando su trabajo tenia que hacer, la había observado antes, precisa e implacable pero en ese momento no erá fría y mucho menos implacable, parecía irradiar un calor hacia mí, se repasaba los labios con la lengua, me miraba con sus agudos ojos mientras yo con los brazos extendidos aún seguía encima de ella, lejos, tanto como me permitían las extremidades.


  • ¿Me temes? – me dijo con voz que embelesaban mis oídos.

  • Claro que no… te he estado esperando. – contesté intentando que no se me quebrara la voz.

  • Pero yo no vengo para eso que se te esta pasando por la cabeza en este momento – comento mientras enlazaba sus piernas alrededor de mi cuerpo, sus muslos eran firmes y suaves.

  • ¿Entonces vienes a reírte de mí? ¿de una persona común?. De esas sobre las que nunca versan los cuentos, de esas que con suerte se levantan por las mañanas a hacer un trabajo monótono, esas para las que sus sueños no son más que eso… sueños. Inalcanzables... que los sientes con un dolor profundo que te revuelve por los adentros, de esas personas que nunca aparecen en los libros de historias, de esas de las que te llevas a diario ¿has venido por eso entonces, no?

  • Esas personas que no aparecen en la historia, son las que han hecho de ella lo que es – me atrajo hacia ella con sus piernas suavemente hasta que nuestros vientres se tocaron- ¿Qué es un nombre, qué es una connotación en la humanidad, crees que vais a existir para siempre? Ni siquiera yo lo haré, ¿Quien piensas que crea los cuentos con los que lo niños duermen por las noches, esos que hablan de héroes y princesas?, ¿acaso piensas que existen los héroes?… solo existen los que vosotros creáis, no vengo aquí por eso. Estoy aquí por que esta noche te deseo a ti, a tu alma y a tu ser. – me tomó una mano y enrollo su lengua por entre mis dedos

  • Tú más que nadie sabes lo que sufro, tú más que nadie sabes lo que te necesito, no comprendo como puedes querer a alguien como yo, ni esta noche ni nunca- un fuego en mi interior consumía mi ser hasta los cimiento y ella erá la mecha que lo provocaba, cada vez se movía con mas gula, cada vez era más hermosa.

  • Sé lo que sientes, -introdujo entonces su mano en mi pecho, pude sentir sus dedos abrazándome el corazón

  • ¿Es la hora entonces por fín? – las lágrimas me caían por las mejillas, tenía miedo, como el que se tiene siempre a lo desconocido, pero quería que todo se acabara.

  • Sólo tengo que apretar y todo acabaría para ti, pero ya te he dicho que hoy no es el día… -suspiró y las hermosas aletas de su nariz se expandieron ligeramente - ojala lo sintieras latir como yo lo sientó. – soltó mi corazón y rodeó mi cuello con ambas manos – me arrastró hasta que quede tendido sobre ella, su pecho se apretaba contra el mío y sus labios le susurraron a mi oído – no hables más, silencio ahora, no pienses, ni sueñes esta noche.



Me levanté de la cama como si tuviera un muelle en la espalda, un sudor frío me empapaba y me faltaba el aire, casi estaba ahogado.

Todo había sido una pesadilla, como tantas de otras, en otras noches. Salí de la cama y me acerque al baño, abrí el grifo y el agua salió con fuerza, me enjuague la cara, necesitaba espabilarme, me aguanté un instante en el lavabo con ambas manos. Ahí estaba yo, ahí estaba mi reflejo en el espejo, todo lo que los demás veían de mí, todo lo que se supone que erá yo. Aparté la mirada no quería verme, cerré el grifo y volví al dormitorio para intentar conciliar el sueño de nuevo. En ese momento me dí cuenta que había algo que se movía bajo las sabanas… no podía ser, debía de seguir soñando, me acerqué en silencio casi sin hacer ruido, me había levantado hacia tan solo un segundo de allí y a mi lado no había nadie, ni nada, estaba seguro, tome un extremo y levante la sabana de un tirón. Nadie, no había nadie allí debajo, observe un instante minuciosamente y si que había algo, era un pequeño trozo de papel doblado con sumo cuidado.


Lo abrí intentando no romperlo, el papel parecía frágil hasta la extenuación, me hubiera gustado verme la cara al abrir ese pequeño trozo de pergamino, por que allí en una caligrafía antigua y muy elaborada ponía lo siguiente.


Recuerda siempre que tu vida vale mas que cualquier sueño”

Mundo

Este texto debe leerse mientras se escucha esta canción (a partir del 0:30). Os dejo con el


Las gotas discurren por el cristal, como si se deshiciera en llantos

Llueve en la ciudad, fuera, lejos de mi mundo

Donde la gente corre para coger el autobús con sus diminutos paraguas de bolsillo

Donde los niños juegan en los charcos ocultos bajo llamativos impermeables

Donde los perros se refugian bajo las cornisas junto a los mendigos

Allí donde a una chica se le desparraman los apuntes por el suelo empapado

En ese mundo,

En el que alguien observa con intensidad algo a través de un escaparate

Aún sigue el mimo congelado en la esquina con el maquillaje bicolor corrido

Debajo de mi mundo

Algunos asoman sus lenguas para robar un poco de naturaleza.

Y allí en el contiguo edificio.

Alguien a través de su ventana salpicada de lágrimas también observa

Observa lo único que ambos en algún momento hemos compartido

El mundo que se sucede abajo.

Corazón furioso

Sentía las uñas frías al principio clavadas en mi pecho, como me desgarraban, como me surcaban hasta que empezaron a arder a medida que me iba arrancado la piel, se resistía, se aguantaba no quería separarse pero termino por ceder, poco a poco la despegaba del músculo, podía sentir como se arrancaba de cada fibra y como me dejaba la carne desnuda.

De forma lejana podía escuchar los ladridos dentro de mí, rabiosos, desorbitados y furioso.

Pasé los dedos por el tejido, estaba blando y suave, hasta que parecieron percibir mis intenciones y se tensaron como cables de acero, pero eso no me detuvo, metí los dedos entre las fibras y las rasgue con fuerza, me doble por un momento agachado por la impresión y el rojo de la sangre, pero no había dolor, no sentía dolor, nada en absoluto.

Una parte de la caja torácica quedó al descubierto, ahora sí que podía oír aquel perro ladrando con fuerza tras los barrotes de su jaula.

Apenas mis dedos llegaban a tocarlo, estaba húmedo, y malhumorado. me agarré con fuerza dos costillas, y estiré y estiré hasta que escuché un crack y las costillas salieron escurriendo el tuétano.

Introduje la mano en el hueco y los ladridos se transformaron en llantos, la rabia en amargura y mis dedos se deslizaron por su cuerpo palpitante, un ultimo esfuerzo y volví a tirar, las arterias no lo querían soltar lo agarraban como una madre a su hijo, pero al final se le resbaló de entre los dedos y sentí como salía de mi todo cuanto una persona podía albergar, soberbia, gula, ira, sentimientos de odio, la envidia, hasta la desidia. Y me quedé vacío con todo aquello y mucho más entre mis puños, los apreté con fuerza y sentí como explotaba entre mis dedos una fuente de sangre y vísceras.

Ahora ya no queda nada, después de tantos años estudiando la vida, de tantos años aprendiendo, aprendiendo a que uno se tiene que quedar vació y sin aliento.