martes, 1 de febrero de 2011

Bailando los sueños



Atraviesa el mar como tímida niebla de la mañana, formando remolinos de tiempo en las crestas espumosas de las olas, martillando incandescentes memorias, amortiguando la caída en el maduro parqué, antesala apartada de la inquisitiva vista del mundo, lasciva, revulsiva de la vida que se le antoja a este ser demasiado caótica, se muerde el labio inferior, sabe amargo, posa su mano sobre la visera de su colorida gorra y desata su cuerpo cuando la hace virar hacia atrás, ve sin ojos las costas del destierro, sus músculos se tensan como el acero tomando solo forma a golpes de ritmos de ochos, aparta el destino de un movimiento cortado hacia la nada, en su corazón se vierte el gozo hasta que se desborda y desparrama por su ánima, la música lo sigue modelando, mezclándose con el viento, que , a ratos de un movimiento destroza, a ratos mece lánguido, pausado, sus zapatillas chillan enloquecidas al rasgar el suelo y desarmar a la orgullosa gravedad, engranajes de dientes de marfil son sus huesos, que lo hacen navegar seguro por los contornos de las notas, una tras de otra, hasta que todas se agotan.
Asoma el sol bostezando con ojos de recién levantado, la música muere, y el ente sonríe y llora, ha logrado dibujar la melodía. Amasijos de acero y fuego, gritos afuera, lejanos como ecos, los relucientes faros de frente, su cuerpo insensible y acartonado, ha de despertar, la realidad lo azota con un crudo cuero erizado y oye las ruedas de su silla girar, pero aún no se quiere despertar