jueves, 17 de marzo de 2011

Capitulo1 : El parque

Han pasado cuatro años y cada vez es más fuerte la sensación que tengo de sentirme como un asesino a sueldo, como un mercenario y quizás lo peor de todo es que cada vez me importa menos.

Aceptar aquel pacto... aún no se si hice lo correcto, aún no se si debería haber malvivido alcohólico hasta que algún día alguien irrumpiera en mi ratonera para encontrarse un cadáver frío y maloliente, a pesar de todo soy consciente de que muchos darían su alma por estar en mi lugar, por saber lo que yo sé, por sentir lo que siento e incluso por hacer lo que hago. Desde luego, no todo el mundo tiene la certeza de que hay un ser superior, un ser que desde las sombras mueve nuestros hilos, es extraño... porque yo nunca creí en religión alguna y aunque equivocadas no dejan de tener algo de razón.

Un objetivo, construir un futuro mejor para todos, a costa, claro está, de podar, de amputar lo podrido, de enderezar la ya torcida humanidad, idílico a la par que cruel sin duda y se supone que soy el que hace de todo esto una realidad. Lo peor es que deja a mi libre albedrío las decisiones, a veces lo noto entrar entre mis pensamientos como una larva escarbando las profundidades e imprimiendo en ellos ideas, lugares, personas, pero yo decido lo que merecen, a pocos perdono la vida y a los que dejo por el camino terminan poco menos que en una celda de paredes acolchadas, quizás por eso fui yo y no otro, quizás por eso me dejó que me hundiera en el lodo para luego rescatarme, a su manera por supuesto. Demasiados pensamientos y dudas para alguien que ya no es humano, que no debería sentir como tal, ni siquiera pensar como uno de ellos.


El sol lucía pleno en el parque, los niños jugaban dando rienda suelta a su inocencia, entre columpios y resbaladeras bajo el despejado cielo primaveral. Mientras en un apartado banco de madera, un hombre trajeado con los brazos entrelazados los observaba con una ligera sonrisa a través de sus gafas ray-ban aviator, tranquilo, disfrutando del bullicio, de las carcajadas y juegos que impregnaban el ambiente como un dulce perfume, por su mente pasaron fugaces recuerdos que en otro tiempo lo habían martirizado, hasta casi la misma muerte en vida, ahora vivía en un duerme vela y los recuerdos no podían herir a un corazón que ya no palpitaba.

-¿Perdone, está ocupado?- dijo una mujer anciana señalando a un lado del banco.
-En absoluto siéntese – le tendió el hombre la mano con amabilidad y una sonrisa resplandeciente en el rostro.
-Hacía diez años que no la veía, era muy probable que no lo reconociera, él había cambiado demasiado desde la última vez.
-Es usted muy amable- su voz dejaba entrever el cansancio de una vida demasiado pesada y dura.
-La mujer tomó asiento con absoluta paciencia, respirando con cierta dificultad.
-¿Se encuentra bien? –preguntó a la señora a través de sus cristales de espejo, como si no supiera nada, como si pudiera cambiar algo.
-No, no se preocupe, solo me encuentro un poco fatigada- le dedico una hermosa sonrisa- ya sabe usted lo que pasa a ciertas edades.
-Hoy hace un día espléndido, verá como se recupera en un santiamén- dijo el hombre observando casi directamente hacia el sol.
-Por supuesto- le respondió tras los cabellos plateados.
Callaron durante unos minutos observando juntos a unos pequeños que correteaban gritando escandalizados, todos huían de uno como si este tuviera la lepra. La anciana entonces tomo el brazo del hombre y recostó la cabeza sobre su hombro, después de todo quizás si lo había reconocido.
-Jorel, creí que habías muerto, estoy tan feliz de verte, de ver que estás bien.- dijo ella con voz queda.

Un balón de fútbol quebró por un momento las palabras de la anciana, el hombre la detuvo con la mano libre en el aire, cuidando que no le diera a ninguno de los dos, lo hizo de forma que casi su cuerpo no se inmuto, no quería que la mujer se asustara ni sofocara y desde luego parecía haberlo conseguido, seguía abrazada, con la cabeza echada en su hombro.
-Perdone, perdone, lo siento mucho- un renacuajo entro en escena, los mocos le colgaban secos de la nariz.- se le ha escapado el balón a aquel tonto de allí - dijo acusando con el dedo a otro chico rojo de la vergüenza.
-No te preocupes – esbozo su última sonrisa del día, mientras le arrimaba la pelota al chico.
-Es increíble como la ha atrapado ¿sabe?- dijo el chiquillo mientras se acercaba- -¡Ops¡ La señora, está dormida, menos mal que no la hemos despertado.
Jorel observó el rostro surcado por las arrugas.

-Si, está muy cansada y tiene que descansar un poco, así que id más lejos a jugar ¿de acuerdo?
-¡Entendido, no molestaremos! – el pequeño agarro el balón entre las manos y desapareció como alma que lleva el diablo.

Jorel le tomó una mano inerte a la anciana enredando sus dedos entre los de ella buscándole las últimas briznas de calor, luego la besó en la frente con dulzura.
-Me gustaría poder decirte que nos volveremos a ver, allí en el otro lado, pero ese lugar ya no es para mí, ojalá todo hubiera sido diferente, ojalá yo hubiera sido diferente... siempre te querré madre – casi incrédulo sintió como se le deslizaba una lagrima por debajo de los cristales de las gafas. Siempre creyó que los monstruos no podían llorar.