martes, 25 de octubre de 2011

Street


Salimos a la calle, con postura amenazante.

Las luces nos hacían un pasillo penetrante, la carretera era una alfombra, para nuestras ruedas manjares dándonos paso hacia adelante, llegamos al local donde nos reciben los hombre de trajes, esos que filtran por clases, nos conocen y saben lo que ocultamos bajo nuestras apariencias de impresentables.
Buenas caras y nos dicen “pasen”

Jamás vimos a tanto pijo y chupasangre, todos juntos midiendo a ver quien la tenia mas grande, casas, coches y yates pero nada de humanidad en la sangre, soberbias miradas creyéndose magnates.
Yo y los míos entramos entre el trueno de un bafle, bebimos tranquilos, dejamos que nos catalogasen, mi ego entonces me dio la vía de escape.
Salí a escena y el sonido me recorrió las arterias, el woffer era el catalizador para el latido de mi corazón, golpea el aire de forma seca, déjalos con la boca abierta, experimento el poder que ellos ni sueñan, que crece y se esmera rompiendo en fiereza, de repente los rascacielos chavolas se hacen, saben que por mucho que sus bolsillos guarden jamás podrán ser capaces de imitarme, de que te sirve tu coche gigante si no eres más que una desgracia andante, lo saben por mi forma de observarles, se ha descolgado un altavoz del estante de tanto agacharse a mirarme, me encanta por encima del hombro acecharles y dejarlos que toda la noche de sus pedestales bajen, me miran, me envidian, mientras mis brazos breaks hacen y mi cintura se quiebra en un instante, me guardo, repliego a ese monstruo que se ha comido vuestro engreimiento y se mete en mi piel de nuevo y es que hacer algo con el corazón es la mayor satisfacción y lo peor es que sabéis que no podéis llegar a mi escalón.

Miradas indiscretas mientras que el suelo bajo mis pies todavía tiembla.

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